sábado, 25 de abril de 2009

Muy juntitos y con uno más


Lo lógico es que tras una racha de buena suerte venga otra de mala suerte, y así es como ocurrió, pero no duraría mucho. 

Un grupo sin local no es un grupo como todos sabemos, y tras la pérdida de la “casa de la pradera”, Benzalá se queda en la calle. ¿Donde podíamos ensayar sin molestar al personal?, algo difícil de responder. Unos dos o tres meses duró esta incertidumbre, y pienso que unos meses más y lo hubiéramos dejado. Pero siempre pensaré que estamos tocados por la mano de Dios o de lo que sea. 

Alberto, nuestro batería, estuvo intentando mediar con su padre para instalarnos en su cochera. Tras varios intentos y gracias a que en “cansinos” no nos gana nadie, el padre de Alberto accede a que ocupemos temporalmente la cochera bendita. Ahora bien, todo no puede ser de color de rosa, y los rockeros se fueron al infierno reducido, me explico. Contábamos con un espacio bastante amplio, pero si le quitamos el espacio que ocupan un Suzuki y un Ford Escort, unas estanterías, una cinta andadora y otros objetos varios, las cosa se reduce bastante.

Pero nuestro afán puede más que todo eso y nos colocamos muy juntitos en el trocito que nos quedaba. Nuestra salvación por ese tiempo fue que no contábamos con el “super” equipo de cuatro bafles (nuestro equipo de voces), la mesa de mezclas, los cinco pies de micro y la etapa de potencia. En ese tiempo con nuestro amplis e instrumentos éramos felices. Otro problema añadido era que la cochera estaba situada en una de las calles más concurridas de Torredonjimeno, la “Calle Caballero de Gracia”, donde todo toxiriano que se precie va a comprar casi a diario. Esto no sería del todo negativo, porque publicidad sí que nos dimos, pero publicidad a lo bestia.

El primer percance con los vecinos llegó cuando a ciertas horas de la tarde noche en pleno invierno tocábamos nuestros temas. La policía nos invitó a que bajáramos el volumen, pero en realidad todavía teníamos derecho a ensayar porque no eran ni las 11 y media de la noche. El ruidito que salía de la cochera atraía a algún que otro visitante, que agradecíamos que viniera a vernos, pero que por el poco espacio que había muchas veces no era bienvenido del todo.

Por estas fechas un chaval bastante joven (sólo 16 años), Pablo, se incorpora a la formación para convertirse en guitarra solista. Esta nueva adquisición fue bastante positiva, ya que las canciones adquirían nuevos matices y colores gracias a su virtuosismo con los punteos. Era el niño del grupo y el más heavy, ya que no bajaba de la categoría Hammerfall, Iron Maiden o Mötley Crüe. El problema con él era que le gustaba la marcha cada vez más y esto afectaría a sus estudios y a su participación en el grupo, pero no podemos negar que nos aportó bastante.

En estos tiempos empezamos a dar conciertos, a ver como la gente nos recibía, pero sobretodo a pasar “fatiga” moviendo chismes de un sitio a otro sin que nos pagaran mucho. Tampoco se pueden olvidar los primeros nervios, los percances y los comentarios del directo, pero eso da para otro capítulo de la historia. 

Toda etapa termina para dejar paso a otra mejor o en ocasiones a otra peor, pero esta vez no descenderíamos de escalón, sino que subiríamos de forma notable en todos los sentidos. Nuestro siguiente destino sería “El Faro”, pero para esto tenemos que esperar un poco más, ya que los primeros directos no tienen desperdicio. 

jueves, 9 de abril de 2009

Un grupo con suerte


Un grupo, una idea, y mucha fuerza. Así es como se puede definir el siguiente paso. Nada puede con jóvenes de 20 años que anteponen un ideal a una realidad. 

El primer problema al que todo grupo principiante se enfrente es la necesidad de instrumentos musicales, un lujo que no se puede permitir la mayoría de los seres humanos pertenecientes a la clase media baja. Pero como las soluciones aparecen incluso antes que los problemas, llega como caído del cielo un bajo eléctrico por 100 euritos. No os podéis imaginar lo que supone una cosa de estas en una persona que no tiene ni idea de música pero que disfruta con solo mirar un mástil con su correspondiente cuerpo perfectamente modelado de color negro brillante.

De acuerdo, si la situación era favorable por una vez, esto no se podía repetir con mucha frecuencia, ¿verdad?, pues no, todo el que crea que no es posible ganar dos veces se equivoca. Ahora le toca el turno a la batería. Este instrumento sí que es caro de verdad, ya que en este caso el instrumento más humilde oscila entre los 300 o 400 euros. En nuestro caso, un amigo de la familia había tocado la batería, y cansado del hobbie se decidió deshacer del trasto por otros 100 euritos. Tampoco os olvidéis que por esas fechas no teníamos carné de conducir ninguno de los cuatro y transportar un aparato de tales dimensiones suponía un problema. La única solución, a pie, uno llevaba el bombo, el otro la silla y los platos, el otro la caja y el goliat y el último lo que quedaba, que no era poco.

Ya sólo quedaba una guitarra, que utilizaríamos un modelo ya bastante antiguo, o semi-destrozado diría yo, de un amigo nuestro (componente de otro grupo del pueblo). Este préstamo duraría casi un año, momento en que Sandra logra ahorrar 300 euros para una guitarra de verdad, una BCRich modelo Warlock. Ahora si, todos equipados con sus respectivos amplificadores nos percatamos de que no hay sitio donde ensayar, la tragedia de todo grupo de Jaén.

En este momento aparece el tercer y último golpe de suerte, Cristina tenía una tía, muy maja ella, que se presta a que ensayemos sin ningún problema en un cocherón que tenía hace tiempo. Sin embargo, ella no avisó que sería algo temporal ya que tenía planes en este terreno. Sin más preámbulos nos colocamos y nos acoplamos, de tal manera que los sofás, la cocinita y el frigorífico fueron nuestra perdición. Y es que cuando se tienen 20 recién cumplidos no valoras realmente lo que tienes. Así que os podéis imaginar, cervecitas, chuletitas, paellitas, vinito, tabaco, y no quiero nombrar más cosas porque no son políticamente correctas, pero ya sabemos los que faltan en la lista.

Pues sí, comíamos y nos emborrachábamos más que tocábamos, hasta que llegó el día. Mi tía me llama y me dice: "Cristina, hija, tenéis que sacar las cosas de allí que vamos a pintar y ha hacer obras y vuestros "chismes", se pueden estropear". La verdad es que yo quería mucho a mi tía, pero en ese momento... Teníamos fritos al vecindario y la gente no se chupa el dedo, así que salimos de nuestra querida "casa de la pradera"(ese era el nombre que le pusimos debido a los cuadros de vírgenes y ambientes campestres, algo siniestro y a la vez tierno, así como la casa de la pradera).

Hasta aquí la siguiente parte de la historia. Lo restante irá cambiando hasta cobrar forma verdaderamente. Pero para mí y el resto esta etapa fue una de las mejores.